jueves, septiembre 09, 2004

Tarde de verano al sur de…

Desde mi posición solo podía ver sus piernas: eran dos. Mas sin embargo, yo sabía que tenía un cuerpo. Su cuerpo era de un moreno acanelado, con brazos firmes y siempre seguros (tenia también un par de ellos), sus pectorales estaban bien marcados, eran fuertes y suaves y por ellos bajaban una a una las gotas de sudor. Tenía un trasero hermoso y, en el trasero, un hermoso tatuaje-de-la-Virgen-de-Guadalupe. La historia no la conozco ni me intereso conocerla, supuse que era un recuerdo de alguna cárcel mexicana o mero glamour. Así que, tome con mis dos manos su firme y duro trasero, perfile su cuerpo hacia mi, puse su sexo firme frente a mi ojo (el derecho) y lo obligue a que lo follara, que lo penetrara una y otra ves hasta que saliera de su orbita. Mientras, yo, con mi mano izquierda me encomendaba alegremente a-la-Virgencita-de-Guadalupe. Snif.

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