lunes, junio 09, 2008

El tío Spencer y sus discursos de del deseo y del amor… o de cómo es que se fermenta la cerveza

“… el no poder alcanzar una cosa no ha sido nunca motivo para dejar de desearla. Al contrario, más bien tiende a suscitar y avivar el deseo. Así ocurre que nuestro amor por otras personas y nuestro deseo de encontrarnos en su compañía aumenta al morir las personas amadas. Y la imposibilidad de comunicarnos con alguien, de nuevo puede convertir en amor o estima la indiferencia que sentíamos, y hacernos considerar como deseable la compañía que antes nos producía hartura y tedio. De una misma manera, el amador que comprende que no puede alcanzar lo que ansía, y que cada paso que dé para poseer al amado le revelara nuevos y vastísimos terrenos imposibles de conquistar, no por ello desfallece ni halla en esto medicina para su pasión; antes al contrario, se exacerba su deseo y se aguza hasta quedar mudado en desesperación, que le hace considerar el objeto amado como mil veces mas precioso y deseable.”

Así lo dijo.

sábado, junio 07, 2008

Un recalentado, algo retro de un septiembre del 2005

Rebeca, hippie a fin de siglo.

El centro de gravedad de todo esto no esta en como imagine las cosas, mas bien, en como las veo en un plano real.
Me gusta, por lo regular, ver las cosas como son, de la forma mas real y precisa posible, no me gustan los márgenes de error ni los imperdibles vacíos. Por las tardes me gusta caminar

caminar
caminar por las calles. Sentir la tranquilidad de la noche, los pasos fuertes en el oscuro pavimento bañado en brisa y sal.
Me gusta pensar, me gusta imaginar las calles llenas de ramas y animales, y gente corriendo con esos ojos de miedo que ponen en las películas de la tele, todas llenas de sangre, con la ropa desgarrada y desmembrados, todos alejándose de alguna bestia salvaje, todos alejándose de mi.
Animales enormes rondando por las calles del centro, depredadores y helicópteros, si, helicópteros negros, con armas nucleares y medulas espinales hechas añicos, vómitos de escopeta, una limonada sin azúcar y cáncer de la piel gangrenando los rostros bellos de los niños. Sangre corriendo en cascadas que bajan de los edificios más altos de la ciudad, fuego de las alcantarillas, no hay que olvidar los gritos, siempre, siempre escuchando gritos de dolor. Sufrimiento, carroña, ponzoña, basura. Nubes negras, amarillas, rojas. Olor a basurero, a muerte, a nada. Me gusta imaginar que cuando llego a mi destino, ya no hay nadie, llegue demasiado tarde y ya todos están muertos, todos, hasta yo, y nunca logro explicarme como llegue hasta ahí, muerto, como llegue y por que nadie me lo había dicho antes, nada, ni un hey!, detente, que no ves que estas muerto, nada, ni un recado en la contestadora, con voz militar, gritando ordenes ¡código azul! ¡código azul! ¡lima sierra delta!.
También me gusta ir por ahí quemando la vida, dando tumbos por el mundo, reclutado en casa, reclutando en un lobby mental, muy lounge, como el Korova.
Mi mente da vueltas como en un garrafon.

No se cuando estaba peor, cuando escribia todo esto o ahora que ni eso puedo escribir. Maldiciones, maldiciones, malditas maldiciones; no deje pasar el tiempo, inverti parte de el en una investigacion que poco a poco va dando fruto. Que falacias de escritor o de snob culturoso, pura basura. Eso es lo que viene.

Ni la pena vale ya

Que como va a ser posible Don Margarito, que lo dejen aquí, solo y abandonado y en brazos del destino, a su suerte que a lo que vemos no es mucha, ni la mejor.
¿Cómo que se fue? ¿Pero no dejo ni una nota o alguna llamada perdida en su celular? ¡Ay Don Margarito! pero si usted apenas puede con el teléfono publico, ya me lo imagino con su celular, a ver, préstemelo, horita le digo si no le hablo o de perdis le mando un mensajito, por que irse así esta carbón, y discúlpeme la expresión, pero como mi padre lo decía, eso es no tener madre.

No, no, no. Déjele mejor ahí, ni la pena vale ya.